Vibradores para curar todos los males
Se considera que el primer prototipo de dildo de madera data del año 500 a.C y pertenece a la Grecia antigua.
La finalidad era satisfacer sexualmente a las mujeres cuyos esposos partían a la guerra minimizando así el riesgo de infidelidad.
No fue hasta el 1.400 d.C, en el Renacimiento italiano, que ese instrumento fabricado en madera y cuero con forma de pene, recibió el nombre de dildo.
Casi 400 años más tarde el instrumento dejó de moverse al ritmo de las diestras manos femeninas (y, suponemos, masculinas).
Fué el médico británico Joseph Mortimer Granville, considerado el padre del actual vibrador de batería quien lo inventó, pero no para que las mujeres disfrutaran de una sexualidad plena y satisfactoria, ¡Dios nos libre!, sino para utilizarlo como herramienta terapéutica para tratar la histeria femenina.
Histeria femenina
El estudio de la Histeria Femenina o Paroxismo Histérico se remonta a la antigüedad y ya aparece en textos de Platón e Hipócrates. Galeno la describió como una enfermedad causada por la privación sexual en mujeres especialmente pasionales. La prescripción en la medicina medieval y renacentista era el coito si estaba casada, el matrimonio si estaba soltera y el masaje de una comadrona como recurso de emergencia.
Con la llegada de la época Victoriana, la enfermedad se agravó aquejando a una de cada cuatro mujeres; algo comprensible si consideramos que, en 1959, un médico escribió un tratado de 75 páginas con posibles síntomas asegurando que la lista no estaba completa: desfallecimiento, insomnio, retención de líquidos, espasmos musculares, pesadez abdominal, fuertes dolores de cabeza, irritabilidad, respiración entrecortada, pérdida de apetito y «tendencia a causar problemas» eran algunos de ellos.
El tratamiento para una dolencia con un espectro tan amplio de síntomas era muy sencillo: lavado vaginal y… masturbación. Por supuesto, no recibía ese nombre sino «masaje pélvico», un término más aséptico y más decente, para qué negarlo. Como se consideraba que el deseo sexual de la mujer era una enfermedad, el mejor modo de curarlo era proporcionando un orgasmo o «paroxismo histérico», como se lo denominaba en el argot médico.
Estimular genitalmente a una mujer para que alcanzara el paroxismo histérico resultaba agotador para algunos médicos, pero derivar a las pacientes a las matronas, más duchas por lo visto en estos quehaceres, supondría una pérdida de dinero. De ahí que, a finales del S. XVIII, se idearan artilugios como dispositivos de hidroterapia para satisfacer los ardores más graves. En 1870, se creó el primer vibrador mecánico y en 1873, se empleó el primer vibrador electromecánico en un asilo de Francia.
Pronto los balnearios más lujosos de Europa y EEUU ofrecían estos servicios defendiendo la masturbación como remedio para curar esa perniciosa histeria femenina, si bien es cierto que en vez de emplear este término usaban uno políticamente correcto: «Tratamientos relajantes».
Me estoy poniendo histérica
Consciente de que no todos podían permitirse estos lujos y aprovechando que la electricidad empezaba a llegar a todos los hogares, la compañía estadounidense Hamilton Beach tuvo visión comercial y lanzó en 1902 el primer vibrador eléctrico para su venta al público. Una idea revolucionaria si consideramos que fue el sexto aparato doméstico en ser electrificado, muchos años antes que otros considerados esenciales como el aspirador o la plancha. Dado el éxito de ventas, pronto otras compañías comercializaron vibradores con sus propios diseños y era habitual encontrarlos en los estantes junto a otros aparatos domésticos y en anuncios comerciales que los ofrecían como «Máquinas de masaje anti-estrés» o «Máquina muy útil y satisfactoria».
Ante tanta relajación femenina, los hombres protestaron alegando que también sufrían de estrés y pronto se comercializaron vibradores masculinos con forma de cinturón y las virtudes terapéuticas de estimular la circulación y dar masajes internos para descargar la próstata.
Todos hubieran vivido felices, relajados y libres de histerias si no fuese porque en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría declaró oficialmente que la histeria femenina no existía. Eso unido a que algunas actrices usaban los dildos en películas pornográficas, la gente sumo dos y dos y se dieron cuenta de que el vibrador era un juguete sexual y que las honorables terapias curativas eran sesiones masturbatorias en toda regla como el OMing o meditación orgásmica.
A nadie le importó la frustrante carencia de orgasmos femeninos en las relaciones sexuales vaginales como denunciaron sexólogos tan relevantes como Shere Hite, quien reveló en su famoso informe que las mujeres no eran tan frígidas como afirmaban algunos doctores, puesto que tenían satisfactorios orgasmos mediante la masturbación con o sin vibradores.
La salud sexual fue derrotada por la doble moral que estigmatizó a los vibradores como objetos de perversión sexual y dejaron de venderse en tiendas tan populares como Sears, acabando relegados a las discretas estanterías de los sex-shop. Hasta hoy.
Vibradores en la actualidad
El mercado de los productos para la vida sexual es una industria en expansión que mueve alrededor de 15.000 millones de dólares anualmente y, entre todos ellos, el vibrador es el objeto más vendido.
Como os contamos en Planifica tus compras de Navidad, el estudio Down the Rabbit-Hole publicado por Jon Millward reveló que son el producto estrella: la mitad de las mujeres y 1/3 de los hombres compran uno.
Es posible encontrar auténticas maravillas elaboradas en madera, acero inoxidable, piedra, vidrio e incluso oro, que estimulan todos los puntos estimulables de todas las maneras posibles. Diseños que aúnan calidad en los materiales, diseño, elegancia y funcionalidad como los fabricados por LELO, la única empresa que controla todo el proceso de producción, desde el diseño hasta la distribución, y que ha sido premiada en más de 20 ocasiones.
Por desgracia, no todas las empresas son tan exigentes con los materiales y prefieren reducir costes, utilizando plásticos, tanto suaves como duros, algunos de los cuales son perniciosos para la salud. Los componentes más comunes empleados son Bisfenol, PVC, Ftalato, ABS, Silicona 100% pura, Cyberskin, RealFlesh y Plastisol. Éste último es el producto resultante de la mezcla del PVC con el Ftalato, siendo el material más usado junto con el ABS debido a sus bajos costes.
Lo barato sale caro: estas sustancias están consideradas como tóxicas, carcinógenas y mutágenas por la Unión Europea. Estudios realizados por entidades gubernamentales y organizaciones como GreenPeace, BadVibes.org y Sexo-Verde.org, advierten de los serios daños que provocan en la salud.
Los juguetes de Plastisol fueron prohibidos hace años debido a que contenían Ftalatos en una concentración de 50 a 80% de PVC y de 20 a 50% de DOP. En el caso de los juguetes sexuales, la proporción varía para que tengan la consistencia y suavidad necesaria, volviéndolos aún más peligrosos: de 20 a 40% de PVC y entre 60 y 80% de DOP.
Puede que hayas usado alguna vez un juguete de estos materiales y consideres que no notaste ningún efecto adverso, eso no implica que no lo haya provocado. Cada vez que se usa el juguete, el cuerpo absorbe por las mucosas pequeñas dosis de esta sustancia que pasan a la sangre en la que permanecen. Por lo tanto, cuanto más lo uses, más toxicidad irán absorbiendo tu organismo.
Si crees que no es para tanto, quizá un estudio de Greenpeace abra tus ojos: encontraron ftalatos en gran cantidad en sangre materna y cordón umbilical, nocivos para el aparato reproductor masculino y tóxicos para la reproducción. Según la organización, eso podía implicar que la madre hubiera absorbido esas sustancias por el uso de juguetes sexuales y, con el tiempo, transmitírselo al feto.
«Hemos detectado en el mercado que no sólo hay productos con Ftalatos (mejor conocido en la industria como DOP o DEHP y que forma parte del material más usado en los juguetes sexuales llamado Plastisol) sino que además contienen estabilizadores de Zinc, Plomo, Estaño, Bario o Cadmio (Metales Pesados Tóxicos) que van directo a la sangre de la persona que los usa.
Al parecer no es suficiente que los fabricantes utilicen altos contenidos de DOP en sus productos sino que en el afán de enriquecerse más, agregan Kérosen o Aguarrás o Aceite de Pollo o Aceite Automotriz. Ésto lo hacen para convertir una tonelada en dos al precio de una» afirma Ricardo Goecher, presidente de la organización Sexo-Verde.org, creada para informar a los consumidores de juguetes sexuales sobre las marcas y empresas que cumplen con las normas de calidad y salud, garantizándoles que los productos que van a comprar son productos sanos.
Compra productos libres de tóxicos
Un análisis de ocho juguetes sexuales realizado por Greenpeace en Holanda, reveló que siete tenían una concentración de ftalatos que oscilaba entre el 24 y el 51%. Es esencial que comprobemos los materiales de los que están hechos los juguetes eróticos, evitando a toda costa los que indiquen que contienen Ftalato, Bisfenol A, PVC y ABS.
Muchos fabricantes omiten información, algo que debería ser indicativo de la poca seriedad de sus productos. Algunas empresas conocedoras de la preocupación de los consumidores, enmascaran algunas sustancias perniciosas empleando siglas o términos que dan a lugar a confusión.
Por ejemplo, aunque algunos productos afirmen estar totalmente hechos de látex, eso no es cierto puesto que es un material que se aplica por capas para permitir un secado homogéneo; únicamente en grosores inferiores a 1mm se percibe como un material suave; si se emplease para crear productos de diámetro superior, el producto resultante sería tan duro como la madera.
Muchos juguetes siliconados en realidad no tienen silicona, sino grandes cantidades de Ftalatos y estabilizadores de Estaño para lograr apariencia transparente, denuncia la Dra. Mujica en el portal de Sexo-Verde.org.
Para evitar información omitida o tergiversada, Sexo-Verde.org recomienda una prueba simple en el momento de la compra: oler el producto. Exige que lo abran delante tuyo. Si adviertes un fuerte olor a plástico, solvente, grasa similar a la refrita, no lo compres: ese juguete contiene sustancias nocivas.
Ya lo sabes: no compres ningún producto que no indique su composición; sin etiqueta «Ftalato Free», «Dop Free», «PVC Fre» o «Libre de Ftalato»; compra preferentemente aquellos productos que indiquen «Empresa Sexualmente Responsable»; verifica las empresas que venden productos tóxicos en portales como sexo-verde.org y, en última instancia, huélelo: aunque te guste jugar, tu salud y la de tus hijos no es un juego.
Comprar en empresas serias como LELO, cuyos productos son además auténticas joyas tecnológicas.
www.lelo.com
"Never Go Back" - Grace Potter for Esquire Magazine
5 comentarios
[…] ha cuidado la calidad de los materiales con los que se fabrican juguetes eróticos. Como vimos en Vibradores para curar todos los males, se han utilizado en la fabricación de juguetes sexuales materias peligrosas para el medio […]
Tan impresionante son los comienzos del vibrador y la trayectoria que ha llevado para encontrarnos con la tecnológia punta aplicada a estos, el resultado … impresionantes vibradores, verdaderas obras de ingeniería, he visto los de LELO y son la leche !!
Lo que más me fascina es el invento del doctor mamporrero femenino para combatir la histeria, que libertad sexual…. aunque luego cayeran en la cuenta de que lo que hacían.
El recorrido del dildo, desde sus principios hasta nuestros días, me ha gustado un montón ….
Que bueno el reportaje, además nos advierte de la composición de los materiales con los que están hechos los dildos, algo que en mi caso he pasado por alto, voy a invertir en uno de LELO, merece la pena, por salud.